El calor que es lluvia
emborrona el maquillaje
desvaído
de las lágrimas
en tus pestañas,
las pinturas de guerra
de tu rostro.
La nubes tiñen
de amarillo sucio
el sepia de los recuerdos
de aquel día,
cuando elegimos hogar
por primera vez
y la música nos despertó
del letargo
dándonos la bienvenida.
Hoy dormimos
mientras llueve
y el calor limpia
con el sudor
nuestras pieles
descalzas.
En unas horas
pisaremos
la piedra
de hace siglos
para compartir poesía
a modo de despedida
del naufragio.
No llegará el diluvio
a este desierto
naif
donde vivimos.
Elena Pedrosa, 2019
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