domingo, 8 de septiembre de 2013

Escribir sobre el agua



Bendecimos el lugar, lo liberamos y nos volvemos mejores porque hemos pasado por aquí.

(Marlo Morgan en “Las voces del desierto”.)


Escribir sobre el agua es no dejar huella. Cabría preguntarse si se puede caminar sin dejar huella. Todo deja huella, una huella energética a modo de impulso, sensorial, eléctrico. La energía se transforma y crea un nuevo impulso, una nueva comunicación. La huella se matiza, como ocurre con el viento cuando sopla la arena suelta, no apelmazada, del desierto. La huella desaparece con el tiempo, el mar crece o mengua con las fases de la luna. La memoria es selectiva y elegimos que el tiempo matice y cubra o rescate, a cada impulso neuronal, las huellas no superadas.

Los lugares aportan vivencias, experiencias, recuerdos. Nos llevan a compartir y convivir con personas, cosas y momentos, emociones. Cada una de estas circunstancias se fija en lo que somos, física o alquímicamente, en esencia o en forma, de manera que nos completa, enriquece o cambia a cada paso. De manera que seguimos siendo pero no volvemos ya a ser. La fluidez de la existencia y el ciclo de la vida siempre nos remite al agua y su caminar. Todo evoluciona hacia algo, estancarse es no fluir, pero tampoco es deseable el continuo movimiento forzado al que en ocasiones se nos somete, o nos sometemos.

Los lugares nos hablan, nos acogen, nos liberan. Formar parte de un lugar, ya sea el cosmos o el resquicio más personal de una habitación, e incluso un traje, supone impregnarse de, y dejar parte de uno mismo. Un intercambio simbiótico que enriquece tanto a lo que somos como a lo que construimos.

No ser conscientes de esta armonía particular en el compartir ocasiona desequilibrios medioambientales, políticos, sociales, económicos, personales, psicológicos, físicos. No ser conscientes de lo que somos y de donde estamos supone la mayor necedad del ser humano que, hoy en día, con toda su prepotencia, se hace llamar civilizado.

Pasar por el mundo, como quien marca su huella en un camino ya trazado de albero, o sube a un árbol, o crea un atajo nuevo entre la maleza verde aún no mancillada. Pasar por el mundo, como quien camina sobre el asfalto, respira el aire, observa a las personas que caminan, siente la tensión del músculo activo, la respiración, los pensamientos fugaces. Pasar por el mundo, como quien habita y luego desahabita una casa, un entorno, un cuerpo. Requiere, en todo caso, de gran responsabilidad. La de bendecir el lugar por donde pasamos, acariciarlo sin dañarlo con nuestra huella, para limpiar y limpiarnos mientras caminamos hacia adelante, de manera impecable, mejores, nutridos, enriquecidos tras haber pasado por aquí.

1 comentario:

  1. A) Hablas de tesla.
    B) Para no dejar huella hay que estar a 6 cm del suelo.
    C) Definición de humano. "Dicese de ese animal que por la capacidad de pensar que cree él solo tiene, vive como si fuera el último hombre sobre la tierra (Su esencia humana determina su abnegada entrega a vivir matando, robando, ungiendo, milita en gobiernos, religiones...) y como dueño de ella la destroza para con ello tener más dinero, más prebendas, más sexo, más poder y más risas. Si deben caer para ello, rios, gente, árboles... que caigan pues "cuando yo muera será el fin del mundo" (Y en este aserto tendrán razón) TRIIIIIIIIIIIIIIISTE

    ResponderEliminar