miércoles, 9 de mayo de 2012

El tiempo siempre es el mismo


"En verdad el estrés y el aburrimiento total se interconectan subterránea e invisiblemente ante nosotras. Como hermanos hijos de un mismo Padre, con naturalezas similares, con reciprocidad oscura, permanente. 

El imperio, en una de sus múltiples estratagemas para controlar la vida de las personas, impuso los calendarios, los relojes, impuso un Tiempo fijo, el mismo para todas. Arrebató así la posesión de cada persona sobre su propio tiempo, el tiempo de verdad, el que reside en los corazones de la gente, el que florece en cada instante que lo gastamos con la consciencia y felicidad de quien se sabe libre y protagonista de su vida.

Todos sabíamos bien, por otro lado, que el tiempo de verdad, el que se gasta vivido, no tiene métrica, es diferente para cada cual, es flexible, sintoniza con su propia existencia. A quién no se le pasó una semana en un momento, a quién no le pareció un segundo una eternidad. Al principio éramos medio conscientes del arrebato y la artificialidad del nuevo tiempo incomprensible pero cuando quisimos darnos cuenta ya no teníamos tiempo para luchar contra eso.
Los adultos empezaron a apresurarse con todo. Cuanto menos tiempo teníamos más insistíamos en ahorrarlo y cuanto más tiempo ahorrábamos, menos nos quedaba para nosotros y así, poco a poco, fuimos convirtiendo nuestro propio tiempo en un esfuerzo inútil por ahorrarlo. 

Se llamó estrés a aquella lógica voraz de consumir instantes aquí y allá, con tiempo para pasar por todos, sin tiempo para parar en ninguno. Y sin tiempo vital que disfrutar, la vida se fue haciendo gris y fría, el sentido de las cosas se fue esfumando (no teníamos tiempo de descubrirlo), y el aburrimiento mortal fue llegando, primero un día, luego dos, luego todos. Los niños resistieron algo más gracias a que no terminaban de comprender aquello de que unos cacharros pudieran medir su tiempo. Con todo, el mundo entero dejó de tener tiempo para ellos y el Estado dispuso mecanismos para que , con sus excesos de tiempo no entorpecieran el Tiempo rígido de los adultos. 

Como a quien vive cada instante sin poderse detener en ninguno le molesta muchísimo que el tiempo vivo de verdad les ronde cerca, se fue relegando a los niños a los márgenes, a espacios físicos y metafísicos en los que su interacción con el mundo se empequeñecía a pasos agigantados. La escuela, el chupete, el biberón, el parquecito, la ludoteca, la tele, los orfanatos, las cárceles...Así también ellos también empezaron a aburrirse mortalmente y a perder el sentido que tenían los momentos que vivían. El futuro fue una preocupación cada vez más frecuente y el estrés llegó también agonizando esa espera al adulto que les reportaría comodidad y sosiego. 

El mundo fue poniéndose gris, las personas grises. Ya nadie tenía tiempo de tumbarse boca arriba en un prado y mirar el cielo a través de los dedos de sus pies. Ya nadie se entregaba totalmente a una experiencia, a un momento, teníamos miedo de perdernos con ello el siguiente y así en verdad los íbamos perdiendo todos. 

Sin embargo, el tiempo de verdad es inmortal y a veces, a cada una de las personas, cuando logra toparse con un instante de silencio le asalta por sorpresa con una leve melodía que resuena dentro y que dice: "¡oh, oh, deja que esto no se acabe nunca!".

En esos momentos sentimos que no nos importaría seguir haciendo eso por una eternidad. Dando ese beso, mirando esos ojos, recibiendo esa brisa, echando esa siesta, saboreando ese plato, llorando esa lágrima, jugando a ese juego...
Es en esos momentos en los que nos reencontramos con nuestro propio tiempo y nos sentimos extrañamente felices a pesar de toda la uniformidad, el hormigón, el aburrimiento y el estrés que nos rodea. 

Pero... ¿dónde están escondidos todos esos momentos? ¿Dónde quedan los almacenes de tiempo ahorrado? ¿Alguien sabe cómo utilizar todo el tiempo que ahorra? ¿Y si resulta que el tiempo de verdad es lo mismo que la vida? ¿Y si tu tiempo no es más que tu vida? ¿Qué significa entonces que nos dediquemos a ahorrar tiempo? ¿Acaso puede ahorrarse la vida?

Terminado el discurso el orador dijo: "Lo que dije, lo dije igual refiriéndome a algo que ya sucedió que a algo que está por suceder. En verdad para mí no tiene sentido tal diferencia, el tiempo es siempre el mismo."

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"Ende, Momo, Hora y Casiopea" en la revista "al margen" nº72, 2009. 
SIUL, Septiembre 2004.  (En recuerdo a mi segunda lectura de Momo)

"Momo", de Michael Ende, lectura imprescindible:http://www.latejapride.com/IMG/pdf/momo.pdf

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